Profesiones, oficios y chambas.¡Qué padre es trabajar todos los días!

¿Harto de que en su diario, revista, semanario, pastiche o donde sea que trabaje reinen los criterios contrarios a lo que aprendió en la escuela? ¿Hastiado de cubrir la agenda que marca el jefe y no la que tiene al País de cabeza? ¿Cree que su publicación está perdiendo el rumbo o nunca lo tuvo? ¿Le parece que imperan los intereses políticos y comerciales? Ponga atención: de seguir así, su medio podría convertirse en una versión mutante de las revistas de chismes que, además, todos conocemos y consumimos regularmente, aunque sea en la sala de espera en el consultorio del dentista.

Con este mensaje comenzamos una serie en la que retrataremos muy general pero puntualmente las distintas chambas en las que los que se dicen, o nos decimos profesionales, nos desarrollamos desde el amanecer hasta entrada, muy entrada la noche, para poder sufragar los gastos de la vida.

Así, y como dicen, hay de oficios a oficios, algunos menos indecentes que otros. Pero seamos realistas: en este país toda chamba conlleva un par de rasgos en común. Uno: el Patrón nos explota. Dos: tarde o temprano se requiere que uno se trague el orgullo y los valores con tal de recibir la quincena. En fin, comencemos por el oficio reporteril, aún románticamente concebido.

Nuestra colaboradora de este mes ha trabajado en distintas y disímiles empresas de comunicación hasta llegar a su maravilloso empleo actual. La juventud, la esperanza de hallar algo mejor, y también las tragedias inesperadas de la vida la llevaron de buscar realizar sus sueños en el mundo del cine, a la prensa de espectáculos. ¿Se siente usted identificado? No se preocupe, somos varios miles los que hemos pasado por lo mismo.

Si usted se dedica al llamado periodismo, conoce a alguien involucrado en ese mundillo, o simplemente ve y escucha a López Dóriga o cualquier otro payaso que dé las "noticias", lea las siguientes líneas y sabrá bien de qué va todo aquello.

De esta manera, nuestra amiga nos dice que:

En una revista de chismes pagan por obtener respuestas, por lo que no importa si para conseguirlas, usted, grabadora en mano, "pica" cual toro al entrevistado hasta alterarlo y sacar la nota. Por supuesto, si lo hace encabronar y echársele encima, su premio será aún mayor: ¡Le darán la portada!

Hablar de tú a tú con los artistas nacionales (desde políticos hasta videoinstaladores, pasando por actores y ESCRITORES, todos somos artistas) siempre resulta fascinante. Sí, fas-ci-nan-te. Que a uno le cuenten de la nada detalles sobre la vida personal de quien sea siempre nos hace sentir como si fuéramos los más grandes amigos. ¿Cómo si no, my friend, sentirse cuando a uno lo agarran de confidente?

Si se las arregla para intimar lo suficiente y que le cuenten santo y seña sobre el novio, marido, ex esposo, amante, querubín o lo que sea de quien sea, habrá obtenido la Maestría en chismes, que es lo mismo que obtener un Doctorado express en periodismo en cualquier universidad en España, pero con la ventaja de que los chismes son casi gratis.

Puede olvidarse de la maldita ética. La palabra en sí es un insulto, una onda súper súper demodé. Lo bueno, lo rico, lo sabroso, es lo que a usted y a lo más negro de su bajo criterio les parezca adecuado. Ahora, lo padre ya no es publicar a doble página la foto de una chica bien buenota en bikini, sino publicar a tamaño póster la foto de una mujer a la que mientras cantaba se le salió un seno sin querer (Clarísimo, ¿no?).

Buscar, lo que se dice buscar la nota tampoco es necesario. Tiene usted la libertad-obligación de fabricar las historias. ¡¡¡Periodismo narrativo!!! De otra forma, ni compite ni vende. Ofrezca una cifra con seis ceros y verá cómo hasta la más respetable está dispuesta a decir que Juan Osorio es un rey, un papacito.

Pero eso sí, deberá tener siempre el temple y los valores no para exagerar, sino para tergiversar (angular) la nota. Si alguien de la calidad humana de Bobby Larios (no se haga, sabe perfectamente quién es) declara: “Mi vieja está bien buena”, usted deberá sacar al poeta callejero que lleva dentro y publicar: “Mi vieja está tan rica que hace que mi ex parezca un perro" (de no ser así, no tendríamos la menor idea de quiénes son Niurka y Bobby Larios).

¿Siempre quiso ser un reportero estrella? No es cuestión de ir a la escuela. Hágase estilista, sirviente o dealer de "famosos" (si tiene el look de Alfredo Palacios, mejor), logre que la Señora Editora o el Señor Editor de cualquier publicación se convierta en su cliente frecuente (sí, los Señores Editores también se cortan el cabello, quieren su casa aseada y se meten cualquier cantidad de "dulces") y cuéntele cuanto rumor haya escuchado (exagerándolo, claro) y ¡listo! Del salón de cortes y tintes al salón de la fama.

Si usted es una de esas personas que trabaja en algo similar a lo descrito y de verdad cree en la profesión, piense que, como los jaguares, usted está en peligro de extinción, o como en Matrix, más vale que abra pronto los ojos. The red pill!!! The red pill!!!

*Creálo: a diferencia del oficio citado, nosotros no estamos exagerando la nota.