martes, enero 23, 2007

CONFIESO que he leido a... LOAEZA




Carlos Slim podrá ser el mexicano más rico y uno de los hombres más acaudalados del mundo, pero no necesariamente es el empresario MÁS hábil de nuestros terruños. Entre los muchos nombres a los que podríamos atribuirle dicho calificativo está, por increíble que suene, el de Guadalupe Loaeza. Esa señora bien cuyo currículum la presenta como escritora y periodista, y quien le ha hecho creer a buena parte de México –desde hace ya más de dos décadas– que lo suyo es una radiografía aguda e irónica de la clase alta. “Observo la burguesía mexicana; cómo se comporta, qué hace, qué piensa, cómo son sus fiestas. Todas estas señoras que temen a envejecer. Me incluyo entre ellas, claro”, le dijo al periodista Gabriel Bauducco en una charla para la revista Playboy el año pasado. Pero en realidad lo suyo es haber hecho de su nombre una marca bastante sólida. Una marca sobre la que no recaen ni muchos ni pocos reflectores, sino los suficientes como para nunca dar la impresión de estar hasta en la sopa pero tampoco a punto de desaparecer. El arte de administrarse a través de los medios, que le llaman. Un arte que, aceptémoslo, no cualquiera domina; mucho menos cuando además se es una ‘todóloga’.

Miles de libros vendidos. Más de veinte títulos publicados. Numerosas reediciones de sus obras. Centenares de lectores enganchados a su ‘mordaz’ estilo (¡!) literario. Columnas por aquí y por allá, sea en secciones de cultura, política, espectáculos… o la que esté más a la mano. Apariciones por igual en escenarios glamorosos que en tarimas perredistas. Lo mismo escritos sobre el Hola! (ese pastiche español de sociales tan exitoso) que bajo su faceta de entrevistadora ‘profunda’ frente a personajes como el Subcomandante Marcos; lo mismo historiadora light de Agustín Lara que crítica política de Martita Sahagún. “Se puede escribir de todo, acerca de todo, a propósito de todo, lo importante es la forma en que usted lo va a escribir”, según declararía ella misma en entrevista con clubdelectores.com.

Así, la amable Sra. Loaeza (como lo es cada uno de sus personajes), tan políticamente correcta, se ha adjudicado licencia para hablar de lo que le venga en gana, cuando y como le venga en gana. Le bastará con hacer una llamadita telefónica, empalagar al incauto y… cinco, cuatro, tres, dos, uno: al aire. Y eso, claro, no es cuestión de talento literario, sino de tener un gran ojo empresarial, ergo, una estrategia infalible. Porque ¿cuántos pueden presumir de ser columnista angular de un periódico como Reforma, no con una, sino con mínimo dos intervenciones a la semana?, ¿cuántos pueden presumir que uno de sus libros se haya convertido en texto de referencia social y hasta escolar? (no se hagan, saben perfectamente de qué libro se está hablando), ¿cuántos pueden presumir que el escribir sobre la clase alta se confunda con formar parte de una seudoelite intelectual? Más aún, ¿cuántos tienen la puerta abierta en radio y televisión para realizar no sólo presentaciones esporádicas sino periódicas? Tampoco son muchos los que nutren libros y libros recopilando soporíferas columnas semanales.

Señores, no nos engañemos: Guadalupe Loaeza no es ni periodista, cronista ni escritora. No. Es una empresaria de cepa colorada, digna de las Ligas Mayores. Con sus trajecitos sastre, su sonrisa eterna, su pelito bien peinado y sus perlitas al cuello se ha echado al bolso a la crema y nata social (aunque siempre diga que le temen por chismosa), pero también a la crema y nata de los medios (oh, soberanos) y, por demás está decirlo, a buena parte de los siempre suspirantes mexicanos.

Guadalupe Loaeza es un lobo disfrazado de oveja al que odiamos o amamos, cuyos textos leemos y no sabemos si llorar o reír, o ambas. “Mejor sería ignorarla, pero no siempre es posible: publica, opina, es tomada en serio por otros escritores”, opinó alguna vez Rafael Lemus en Letras libres. Guadalupe Loaeza es una Señora ‘de Las Lomas’ que, sin que nadie lo advirtiera, se las ha ingeniado para nunca pasar inadvertida, a pesar o justo a partir de su ‘espantosa frivolidad’ (según sus propias palabras). Se le ame o se le odie, se sabe perfectamente quién es. Se le ame o se le odie, se le ha leído, aunque sea un solo párrafo. “No es, en rigor, una escritora y, sin embargo, es ya apremiante escribir sobre ella”, admitiría el mismo Lemus. Y ya lo decimos, un logro semejante no es cosa de cualquiera. Es eso o… es que ella saca a flote nuestro patético anhelo clasemediero de pertenencia a ese mundo ‘perfecto’ al que ella en efecto pertenece y nosotros no. Quizá mientras ella autopromociona…ejem, confiesa en sus columnas su más reciente novedad editorial, nosotros debemos confesar que, en el fondo (casi en la superficie), muchos quisiéramos ser Guadalupe Loaeza de día –o al menos que su nombre fuera nuestro seudónimo rentable– y ser nuestro escritor predilecto de noche. ¿O no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

ORALE, JAJAJAJA! COMO SE VE QUE LOS LIBROS DE ESTA ESCRITORA TE HAN LLEGADO AL ALMA!!! PRUEBA DE ELLO ES LA IMAGEN QUE PRESENTAS, DIGO SI REALMENTE HUBIERA SIDO UN COMENTARIO CRITICO NO TE HUBIERAS REBAJADO A UTILIZAR ESA FOTO QUE SE ME HACE RIDICULA Y SIN CREATIVIDAD! UNA MEDIDA DESESPERADA POR OPACAR A ESTA ESCRITORA MEXICANA!!!

cREO QUE SEGUIRAS SUFRIENDO SU EXITO MIENTRAS ELLA GOZA!!!!